viernes, 22 de julio de 2016

La Pareja

El vínculo espiritual más profundo que exista, la manifestación divina más generosa que exista, es el vínculo directo con los movimientos de la vida en nuestro cuerpo, en cada momento. Él nos exige el más profundo recogimiento, el cual no va hacia arriba sino hacia abajo, hacia los movimientos de la vida que, en cada momento, sostienen y hacen avanzar la misma vida, como en la relación de pareja donde hombre y mujer se unen para formar una misma carne.

La vida y el amor van juntos. Si buscáis sentir en vosotros, en vuestro cuerpo, ¿dónde se asienta la fuerza de vida, la verdadera fuerza de vida? Comenzad desde arriba, en el cráneo, y bajad lentamente, hacia muy abajo. ¿Dónde se ubica la fuerza creadora de vida? ¿Dónde se sienta Dios en nuestro cuerpo? Muy abajo, por debajo del vientre se concentra la fuerza de vida, la profunda fuerza. De ahí, se eleva y vuelve, una y otra vez. Se concentra vuestra fuerza en aquella profundidad, abajo del todo.

Así es también con el amor. Su sede está abajo, donde se concentra. Se reúne en nuestro sexo, en el entorno de nuestro sexo. Ahí está su fuerza. Y de ahí se eleva hacia la luz. Sólo cuando amamos a nuestra pareja desde esa profundidad, nos encontramos inmensamente unidos a ella. Sólo en la profundidad, estamos al servicio de la vida.

¿Dónde está, pues, la sede de la felicidad? En la profundidad de nuestro cuerpo.