viernes, 22 de julio de 2016

Sobre la Culpa (II)

Barcelona 2009- En el campo de la consciencia, hay siempre un movimiento básico de compensación. Cuando alguien se siente culpable, el movimiento básico es: yo le hice daño a alguien y para compensar, me hago daño a mí. Eso es un movimiento de culpa y de expiación y ese movimiento busca, por así decirlo, arreglar algo. Es como si alguien tuviera que pagar por esa culpa, ¿y cómo paga por esa culpa?, se hace daño a sí mismo en la misma medida en que hizo daño al otro.

El  movimiento de la consciencia en todos los sentidos se contrapone al movimiento del espíritu. Por eso la solución al problema de culpa y expiación no se da en la consciencia. En la consciencia uno quiere volver a ser inocente, volviendo a ser culpable, haciéndose daño a sí mismo.

Y todavía hay algo más que tener en cuenta dentro del movimiento de la consciencia: si el culpable no expía, un hijo expía en su lugar. Eso es otro efecto más.

Y ahora llegamos a la solución:

Todo lo que ocurre está al servicio de una fuerza creadora mayor, todo está al servicio de un todo más grande. También la culpa. Si lo pensamos hasta el final, toda culpa es querida por Dios. También las consecuencias de la culpa son las que Dios quiere. No es que por eso queden anuladas. También ellas están al servicio de la vida.

Entonces, aquel que se siente culpable y mira a su culpa a los ojos, y dice ”asiento a las consecuencias pero sin expiación”, el culpable entonces a través de su culpa gana una fuerza para servir a la vida que va mucho más allá de la fuerza de un inocente. Para esa persona la solución es ponerse al servicio, y servir a la vida, en memoria de los que haya hecho daño, con humildad, en consonancia con esa otra fuerza . Y eso tiene un efecto reconciliador.

Y ahora vamos a nuestra alma y miramos aquellas situaciones de las que nos sentimos culpables por las razones que sean o que fueran Y miramos más allá de esa culpa, a otra fuerza, la única fuerza creadora a la que todo está sometido, sea lo que sea que hagamos. También nuestra culpa. Miramos allí y decimos a esta fuerza: lo que haya sido mi culpa, fue, ahora estoy al servicio de la vida, del amor, con fuerza.